La sede central del Automóvil Club Argentino (ACA), ubicada en la Av. del Libertador 1850, en el barrio de Recoleta, se impone como un ícono del movimiento racionalista en la ciudad. Es de los pocos edificios privados que tienen el porte y la imponencia de las grandes obras públicas que caracterizaron a Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX.
El ACA fue fundado en 1904 con la llegada del automóvil a la Argentina y a lo largo de su rica historia fue creciendo y desempeñando distintas actividades: tiene una importante red de estaciones de servicio, brinda auxilio mecánico, hospedaje y otros servicios turísticos en todo el territorio nacional.
Es a partir de la década del 30, con la apertura y pavimentación de las grandes rutas nacionales, que la entidad comenzó a crecer de una manera exponencial. En unión con YPF, el ACA levantó una extensa red de estaciones de servicio por todo el país. Para proyectarlas contrataron al reconocido arquitecto Antonio Ubaldo Vilar (1889-1966), quien en un plazo de cuatro años construyó 180 edificios desde Jujuy a San Carlos de Bariloche.
Ya en la década del 40 se imponía la necesidad de que la asociación tuviera una gran casa propia, que no sólo sirviera de sede social y estación central de servicio, sino que también mostrara físicamente la expansión que había adquirido el automovilismo en Argentina.
Para proyectar y concretar la obra se convocó a un equipo de notables arquitectos del movimiento racionalista argentino, compuesto por supuesto por Antonio Vilar, Jorge Bunge, el estudio Jacobs, Giménez y Falomir, Héctor Morixe, Sánchez, Lagos y de la Torre.
El Racionalismo es un movimiento moderno que se desarrolló en todo el mundo durante los años 1925 a 1965. Esta corriente buscaba una arquitectura fundamentada en la razón, de líneas sencillas y funcionales, basadas en formas geométricas simples y materiales de orden industrial. Tiene sentido que se haya escogido este estilo para representar el auge del automóvil, los avances tecnológicos, y sobre todo la grandeza que podía traer esta nueva era; por encima del academicismo francés, estética predominante, que se vincula con lo tradicional.
El lugar destinado para la construcción fue la manzana –comprada por lotes- delimitada por la avenida Del Libertador (por entonces Av. Alvear), Tagle, Pereyra Lucena y José León Pagano. En un terreno donde existía desde fines del siglo XIX el Armenonville, un restaurante y salón de espectáculos a donde habían actuado importantes figuras musicales. En frente ya estaba la bellísima residencia Errázuriz Ortúzar Alvear.
Fue inaugurado el 27 de diciembre de 1942, y se convirtió rápidamente en un hito urbano. Su inmensa fachada revestida en dolomita con grandes ventanales, sus 12 niveles, la configuración simétrica del conjunto, y la tripartición de basamento, desarrollo y remate, otorgan a la obra un carácter de monumentalidad e individualización institucional.
Su volumetría está compuesta por dos formas simples: un volumen prismático (sobre el parque y la avenida) que contiene las oficinas de la sede social; y un cuerpo semicircular ubicado sobre la calle trasera, donde se resuelve un programa técnico. Estas distintas funciones quedan evidenciadas, además, en el tratamiento diferenciado de los materiales y las texturas utilizadas: revestimiento en piedra dolomita en el frente, ladrillo a la vista y carpinterías de mayor tamaño en el otro volumen.
El hall de acceso al edificio cuadrangular tiene de doble altura, y allí se ubica la batería de ascensores y la escalera. En el piano nobile (primer piso) está el hall de exposiciones, el museo del Automóvil (de acceso gratuito, con varios automóviles y señales viales antiguas) y los salones de Turismo y de Actos; hasta el séptimo piso hay oficinas administrativas. En el cuarto se encuentra la biblioteca, la cual cuenta con más de 20.000 volúmenes y posee principalmente bibliografía especializada en automovilismo. El octavo piso está destinado a la Comisión Directiva. En el remate (noveno piso) existió un restaurante y salón comedor, luego clausurado por la Municipalidad. Desde allí también se puede acceder a la terraza, la cual tiene una vista espectacular al río de la Plata y lo que eran los jardines de Recoleta y Palermo, con los años ocupados por el puerto, la Villa 31, Barrio Parque y la TV Pública, entre otras construcciones.
Toda esta parte fue decorada con murales, frisos y relieves de prestigiosos artistas, como José Fioravanti, Gonzalo Leguizamón Pondal, Alfredo Guido Emilio Centurión, Daniel Ortoliani y Jorge Soto Acébal.
Por otro lado está la estación central de servicio, que ocupa el frente posterior que da a la calle José L. Pagano. Es un hemiciclo revestido en ladrillo refractario, que originalmente tenía cuatro pisos, y luego fue ampliado a siete sostenidos sobre “pilotis”. En la planta baja funcionan los surtidores de nafta y un servicio mecánico de emergencia, y luego se accede por una rampa a los sucesivos pisos, a donde funcionan playas de estacionamiento. En el primer piso se ubicó la planta de engrase con doce fosas, en el segundo está el centro de lavado y un anfiteatro y sala de proyecciones.
Sin dudas es un edificio que mantiene su imponencia, y que simboliza el desarrollo que alcanzó el Automóvil Club Argentino desde sus modestos comienzos hasta el día de hoy, y todo lo que aportó a lo largo de los años.
Txt: Lola S.