El Pasaje Suizo o Pasaje del Correo es un callejón ubicado en la calle Vicente López al 1600, en el barrio de Recoleta en Buenos Aires, Argentina, construido en 1922 por el arquitecto italiano Felipe Restano.
El edificio fue construido en dos plantas y el callejón sin salida que posee en el medio, fue apodado como “Pasaje del Correo” por la oficina postal que funcionó allí durante muchos años. Antiguamente se trató de la morada de 21 familias, y aún conserva su estructura original característica del final del siglo XIX. En la actualidad, el pasaje es un pequeño polo cultural y gastronómico.
Los balcones franceses, los faroles de estilo colonial, un gran portón de hierro y un buzón rojo característico evidencian las memorias del lugar.
En este pasaje hoy, funcionan numerosas propuestas culturales como escuelas de teatro y de comedia musical, un taller de yoga, otro de oratoria, un centro de diplomacia y un jardín de infantes.
Fue declarado protegido en 2009 por la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires por tratarse de un inmueble singular del Código de Planeamiento Urbano y catalogado con nivel de protección estructural, que permite intervenciones internas en las unidades funcionales, pero no admite la demolición ni ampliación del edificio.
El inmueble es valioso tanto desde una perspectiva urbanística como ambiental. Este tradicional pasaje es un oasis que destaca en medio de la trama de alta densidad que caracteriza la zona. Su singularidad se manifiesta en la forma en que ingresa al interior de la manzana a través del espacio público, y en la relación histórica que estableció con el Viejo Mercado, que lo conviertió, en aquel entonces en un punto importante para el abastecimiento y la vida social y comercial del barrio. Por estas razones, el área de Protección Histórica del Gobierno de la Ciudad, reconoce su valor patrimonial.
Es relevante también por su arquitectura y arte. El conjunto edilicio se organiza alrededor de un corredor central, lo que le confiere una tipología auténtica que se destaca por su alto grado de autenticidad. Su estilo arquitectónico se encuadra en las líneas eclécticas de principios del siglo XX, con influencias italianizantes en lo volumétrico y emparentado con el art nouveau geométrico en sus detalles ornamentales, siendo este pasaje específico de la década de 1920.
El pasaje es, en definitiva, un legado histórico de la ciudad que representa una parte importante de su gestación, evolución y crecimiento. Al mismo tiempo, guarda valores sutiles que hablan de la memoria colectiva, las tradiciones y las formas de vida del barrio, así como del patrimonio inmigratorio que proyectó la identidad cultural de la ciudad.
Fabio Grementieri, arquitecto y vocal de la Comisión Nacional de Monumentos, explicó que los pasajes porteños experimentaron un gran auge a finales del siglo XIX y en el primer tercio del siglo XX.
A lo largo de las diferentes décadas, se construyeron en diversos estilos arquitectónicos que iban cambiando con las modas de la época. Así, podemos encontrar pasajes con influencias italianizantes y francesas, algunos con toques de art nouveau, otros con estilo francés, neocolonial y, por último, también encontramos algunos edificios art deco.
Estos pasajes resultan singulares y atractivos porque, en comparación con otras construcciones de la ciudad, son relativamente pocos y muy uniformes. Esto crea la ilusión de estar en una ciudad histórica europea donde las calles son todas iguales, por lo que generan mucha admiración y fascinación entre la gente.
Grementieri indicó que en el barrio de Belgrano y en Once se encuentran varios pasajes, especialmente de estilo neocolonial, pero no existe una zona de la ciudad con una mayor densidad de pasajes que otra. Lo que sí es cierto es que, una vez que estos pasajes son reconocidos popularmente o protegidos institucionalmente, suelen estar bien cuidados porque la gente los aprecia mucho.
Cabe destacar que Grementieri también es profesor en la Universidad Torcuato Di Tella.