Sobre la avenida del Libertador, frente a la Plaza República de Chile, se encuentra el magnífico palacio Errázuriz-Alvear. Convertido en casa-museo, es la única mansión de estas características en Buenos Aires que está abierta regularmente al público. Mantiene la colección de arte y mobiliario original de la familia, por ello, se considera el mejor exponente del estilo de vida y gustos de la aristocracia argentina del siglo XX.
Esta noble vivienda fue construida para el diplomático chileno Matías Errázuriz y su esposa, la argentina Josefina de Alvear. Él era el embajador chileno, ella, la heredera de las extensiones de tierras más importantes de la Argentina. A principios del siglo pasado, la pareja y sus dos hijos, Mato y Josefina, se mudaron a París mientras Errázuriz cumplía con su cargo diplomático en Francia. Esa experiencia los llevaría a conocer a los artistas más importantes de la modernidad, a contribuir con su trabajo y a coleccionar sus obras.
Más tarde, cuando ambos proyectaron la construcción de la residencia familiar en Argentina, se la encargaron al arquitecto estrella del momento, el francés René Sergent (1865-1927). Conocido por ser un especialista en la reinterpretación de la arquitectura francesa de los siglos XVII y XVIII, estudió en L’École Spéciale d’Architecture, y hacia 1900 fundó su propio Estudio. Las tipologías residenciales fueron su especialidad, recibiendo en 1911 la Gran Medalla de la Arquitectura Privada de Francia. Hacia 1910 comienza a esbozar las fachadas del Palacio Errázuriz, basándose en la arquitectura estilo Luis XVI, fase central del Neoclasicismo francés.
El arquitecto Sergent nunca viajó a la Argentina, durante más de una década dirigió la obra del Palacio Errázuriz desde París. Para llevarla a cabo, convocó a herreros, artesanos, e incluso envió a estuquistas italianos para recrear las paredes de todos los cuartos de la casa. Lo que lo hacía tan exitoso era el dominio de estilos y proporciones magistrales que poseía. Por ejemplo, para ajustar el modelo del clásico hôtel particulier al terreno que poseían los Errazúriz-Alvear, algo pequeño para una gran residencia, decidió fusionar el cour d’honneur (entrada de honor) con el jardín de la casa.
Las obras se prolongaron varios años debido a la escasez de materiales impuesta por la guerra, inaugurándose en septiembre de 1918.
El edificio cuenta con 4.300 m2 y está estructurado en cuatro niveles; uno semienterrado para los locales de servicio, una primera planta ocupada por la recepción y estar, una segunda planta de dormitorios y, tras la mansarda, las habitaciones de la servidumbre.
La fachada principal sobre la Av. del Libertador es neoclásica y está inspirada en la del Ministerio de Marina de París, aunque reemplaza el basamento del modelo original, por un semisótano. La fachada sobre el jardín de los Errázuriz, evoca magistralmente al frente de pilastras corintias del Petit Trianon de Versalles, que es una construcción tardía de la época de Luis XV, muy utilizada por María Antonieta. En la vereda de la avenida se encuentra una línea de jacarandás, vistosos árboles con llamativa floración violeta a fines de octubre.
El ingreso es por el patio de honor, donde un elegante cuerpo cilíndrico antecede al vestíbulo, un espacio de transición entre el exterior y la planta noble del edificio. La decoración, de estilo Luis XVI, se logró incluyendo pilastras dóricas, arcos y cornisas que sostienen el cielo raso abovedado y con casetones, todo realizado con un acabado en “piedra París”. Las figuras alegóricas sentadas sobre la cornisa que representan a las artes -pintura, escultura, arquitectura y música- junto con los relieves que aluden a las cuatro estaciones, otorgan a este espacio carácter neoclásico. En el vestíbulo también se encuentra la escalera de honor, con rejas de hierro y bronce forjadas, que conduce a la planta principal destinada a las reuniones sociales.
Un gran hall, de formidable superficie, ocupa casi la mitad de la planta y tiene la totalidad de la altura de los dos niveles nobles del edificio. Tiene características arquitectónicas y decorativas del Renacimiento, el estilo puntual es del Tudor inglés de Enrique VIII. El cielorraso imita al roble, pero es, en realidad hierro, revestido en una pintura que simula la madera. Uno de los requisitos de la familia era poder colgar tres magníficos tapices flamencos del siglo XVI que trajeron de París, por ello este salón tiene once metros de altura. Estas piezas son solo un ejemplo entre cientos de piezas de arte que sorprenden en este edificio.
Cuatro puertas vidriadas separan la antecámara del vestíbulo de ingreso. Es un ambiente que establece vínculos con otras tres salas, con el sector de escaleras y ascensor, y con el gran hall. La decoración de esta sala sigue las pautas del estilo Luis XVI. Las paredes están cubiertas con un revestimiento de roble tallado y encerado con molduras rectas y sobrias, guirnaldas de flores y frutas, hojas de roble, laurel, olivo y muérdago, sujetas con nudos chatos y sobrepuertas decoradas con casetones. El cielorraso, con una gran claraboya central, está subrayado por un diseño geométrico de molduras realizadas en yeso que de noche reciben luz artificial desde la cornisa. El centro de la sala está ocupado por la escultura de Joseph Pollet, y a la derecha, el retrato de Doña Josefina de Alvear de Errázuriz, del artista español Joaquín Sorolla.
Luego se encuentra el escritorio privado de Matías Errázuriz, que también es de estilo Luis XVI y fue proyectado por André Carlhian. Allí se combinan los paneles de roble tallado y encerado con sectores tapizados en terciopelo, todo rematado por una cornisa continua. Sobre cada puerta hay un friso tallado en roble con caduceos, y mapamundis.
Otro salón distinguido es el salón de baile, que evoca el período de transición entre el Barroco y el Rococó, a principios de 1700. El uso de una paleta de tonos claros, la luz y sus reflejos con los espejos, la generosidad del dorado y el predominio de las líneas curvas son recursos que impiden percibir los límites del espacio real.
La residencia tiene también un imponente jardín de estilo francés, diseñado por el paisajista Achille Duchêne (1866-1947), que funciona como prolongación de los salones de recepción. El eje central de la composición es la Fuente de los cisnes, rodeada por parterres de boj recortado que evocan diseños del Palacio de Versalles.
Los Errázuriz-Alvear le dieron mucho uso al edificio, por donde pasaron las autoridades más relevantes del mundo, y se hicieron bailes y fiestas para las altas esferas de la sociedad porteña. Eran tiempos de la Belle Époque, la vida social era intensa y coleccionar arte era distintivo. Por ello, la familia había adquirido pinturas, tapices, esculturas y muebles de arte decorativo, y vajillas y piezas de arte oriental. Tras la muerte de Josefina de Alvear, Matías Errázuriz vendió la propiedad al estado, con la condición de que su mobiliario y decoración se preservara y se convierta en una casa museo. Así sucedió, y desde 1944 alberga a la Academia Argentina de las Letras, la Academia Nacional de Bellas Artes, el Museo Nacional de Arte Decorativo y el Museo de Arte Oriental. El inventario actual del Museo supera los 6000 objetos, entre los que se destacan el reloj de bronce que perteneció a Luis XVI y a María Antonieta, las miniaturas europeas de los siglos XVI al XX, un óleo sobre tela de El Greco, y “La eterna primavera”, un escultura de Auguste Rodin.
Además de albergar valiosas piezas de arte y mobiliario de distintas épocas, revela el estilo de vida de una familia patricia a principios del siglo XX. Es una casa que parece del siglo XVIII, pero con todo el confort del mundo moderno. Tenía electricidad, baños, ascensores, un sistema de calefacción central y otro de aspiración centralizada de polvo, muy novedoso para la época.
En 1997, el palacio fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional por el decreto 437/97, y hasta el día de hoy es administrado por el Ministerio de Cultura.
Es un edificio hermoso para conocer y recorrer. Abierto de martes a domingo de 13 hs a 19 hs, con entrada libre y gratuita, para todo aquel que lo quiera visitar.
Txt: Lola S.