En el barrio de Recoleta, en la Avenida Quintana al 600, en la famosa esquina de La Biela, a metros del Cementerio de Recoleta, se encuentra la escultura del Atlas de Recoleta. Fue donada a la ciudad por Joaquín Arbiza Brianza, escultor uruguayo autodidacta, que llevó a cabo sus estudios en Europa y América. Su estilo es caracterizado por el realismo y la utilización de chatarra. Apenas terminó sus estudios secundarios, apasionado por los autos como su madre, se dedicó a construir su propio buggie, meta que consiguió. Pero solo pudo avanzar 50 metros con este antes de que se descomponga. Y con las piezas del auto, empezó a armar muñecos.
La creación de la escultura surgió orgánicamente, después de un paseo que tomó Joaquín con su madre, quien tras ver los soportes de madera que sostienen al gomero que funciona como techo para las mesas exteriores de La Biela, le comentó a su hijo que debería hacer algún trabajo con eso. Y a Joaquín le interesó la idea, explorándola en su cabeza, pensando en el significado del árbol. Joaquín está bastante instruido en la antigua cultura griega y romana, y fue así como se le vino a la cabeza la idea del Atlas.
El Atlas es un joven titan de la mitología griega, hijo de Jápeto y Clímene, hermano de Prometeo, Epimeteo y Meneceo, y padre de las Hespérides, de Mera, de las Híades, de Dione y de las Pléyades. Atlas sostiene el peso del mundo, manteniéndonos a flote. Y su escultura se encuentra allí, en esa esquina, sosteniendo uno de los árboles más históricos de la Ciudad de Buenos Aires, un árbol plantado a fines del siglo XVIII, cuando ni siquiera existía la Argentina como república. Estuvo presente en la historia entera de la formación de nuestro país, en la Revolución de Mayo, los cabildos, la democracia, las dictaduras, las guerras, y las crisis del país. El árbol vino de la India, y se llama científicamente “Ficus elástica”, además de gomero o árbol de caucha.
No se sabe exactamente como llegó a ese puesto; la historia “oficial” es que formaba parte de la quinta de Martín Altolaguirre, agrónomo que experimentaba con cultivos extranjeros, como por ejemplo el lino. La cuestión es que el árbol no se encuentra en ninguna de las fotos de su quinta. Otras historias dicen que era parte de la quinta de Rafaela de Vera y Pintado, viuda de Joaquín del Pino, virrey del Río de la Plata desde 1801 a 1804. De todas maneras, es interesante saber que en ese entonces la zona de Recoleta era insegura, propensa a los crímenes, y el lugar perfecto para enterrar a los muertos debido a que estaba lejos del centro. Y lentamente se fue convirtiendo en lo que es hoy, una zona lujosa y bella.
El Atlas fue hecha con partes de automóviles, una práctica que Joaquín lleva a cabo a menudo. No utiliza arcilla, bronce, ni hierro virgen. Por lo que la escultura, el Atlas, está compuesta solamente por 300 kilos de autos de las décadas del 50 y del 60, además de pequeñas piezas particulares, como por ejemplo una matrícula de Montevideo y una llave de un auto de marca Renault, con la inscripción “Made in Argentina”. Sus toques personales. Le llevó un año llevar a la realidad esta idea. Y la donó a la Ciudad de Buenos Aires, hasta transportándola con su auto en Uruguay, y después en barco.
Joaquín visita el Atlas frecuentemente, y le hace algunos retoques cada tanto, arreglándolo y cuidándolo, teniendo en cuenta el crecimiento de las ramas que sostiene. La Ciudad inauguró la obra en 2014, utilizándola como homenaje para el famoso barrio porteño de la Comuna 2.
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