Eva María Duarte de Perón, la ‘Abanderada de los Humildes’ y ‘Jefa Espiritual de la Nación’, murió de cáncer a los 33 años, el 26 de julio de 1952 a las 20:50. Pero tardó más de 24 años en descansar en paz. Luego de que la Revolución Libertadora derrocara al gobierno de Juan Domingo Perón, el dictador Pedro Eugenio Aramburu (más tarde enterrado en Recoleta) ordenó el secuestro del cuerpo embalsamado de Evita, que durante tres años había estado expuesto en la CGT. El cadáver recorrió la ciudad en un camión durante meses, estuvo en un depósito y hasta en el despacho de un coronel, e incluso un militar mató a su mujer embarazada al confundirla con un comando que intentaba recuperar el cuerpo. En 1957 el teniente coronel Alejandro Agustín Lanusse resolvió enviar el cadáver por barco al puerto italiano de Génova y enterrarlo bajo un nombre falso en el Cementerio Mayor de Milán. Durante quince años nadie supo donde estaba.
Lanusse, ya convertido en presidente de facto, organizó el ‘Operativo Retorno’ en 1971 y el cuerpo le fue devuelto a Perón en Madrid, donde estaba exiliado. El general Perón fue electo presidente de Argentina en 1973, pero a mediados del año siguiente falleció y asumió su esposa y vicepresidenta, María Estela Martínez, Isabelita. Los restos de Evita continuaban en Puerta de Hierro, Madrid, hasta que la organización Montoneros secuestró el cadáver de Aramburu y pidió que Eva sea devuelta al país. A fines de 1974, Isabelita ordenó repatriar el cadáver momificado, que fue ubicado en la quinta presidencial de Olivos mientras se organizaba la construcción del Altar de la Patria, pero el golpe de Estado de marzo de 1976 truncó el proyecto. Cinco meses después, la dictadura militar le devolvió el cuerpo de Evita a la familia Duarte, que finalmente lo sepultó en una cámara acorazada de doble plancha de acero en el segundo sótano del panteón familiar de Recoleta, en la sección 16, tablón 22, sepulturas 4/6. Desde entonces es la cripta más visitada del cementerio.