En la esquina de Rodríguez Peña y Alvear, en el barrio de Recoleta, se encuentra uno de los antiguos palacetes de estilo francés que engalanaron la calle Alvear, una residencia de estética disruptiva que llama la atención por ser una de las pocas de su clase que permanecen en al zona. Construida para un magnate ferroviario, la llamada Residencia Maguire, destaca por su fachada con detalles góticos, y por ser la única que continúa siendo privada y habitada.
La residencia primero se llamó Palacio Hume pues fue construida para un ingeniero de origen británico llamado Alejandro Hume. Este había llegado al país en 1868, y fundó acá una compañía de construcción de ramales ferroviarios exitosa, que a lo largo de su historia construyó más de cinco mil kilómetros de vías férreas, y numerosas estaciones (como la terminal Retiro del Ferrocarril Mitre).
Este exitoso emprendedor ferroviario encargó en 1890 la construcción de su residencia en la Avenida Alvear, al arquitecto inglés Carlos A. Ryder. Ambos ingleses eligieron para el palacete el estilo tardo-victoriano, una mezcla del romántico y gótico que se impuso durante el reinado de la reina Victoria de Gran Bretaña (20 de junio de 1837–22 de enero de 1901).
La fachada alterna fajas de revoque y ladrillo visto, y la corona un techo inclinado y torreones de inspiración gótica. Las ventanas y aberturas tienen detalles renacentistas, y el frente está protegido por una cerca de hierro forjado. Para toda la edificación se emplearon piedras, ladrillos, azulejos, y demás materiales, importados de Escocia.
El interior, otra verdadera joya, está compuesto de dos niveles principales: el piano nobile y el primer piso, destinado a los dormitorios, más un subsuelo y el piso de la mansarda, ocupada por habitaciones de servicio. Una característica totalmente atípica para la época es la incorporación de una pileta de natación que si bien da al jardín, está adosada a la casa y rodeada por una arcada que hace de basamento a la terraza. Sin dudas debe haber dado de que hablar en la Buenos Aires de fines del siglo XIX, pues en cierto modo es asociable a la excentricidad británica.
Cuando se inauguró la casa en 1893, estaba en su mejor momento. Construida en lo alto de la barranca, tenía vistas al Río de la Plata, y contaba con un jardín de trazado pintoresquista, con canteros de plantas autóctonas y exóticas. Para esta ocasión, se abrió al público con una exposición de pinturas de ilustres coleccionistas locales, comisariada por Eduardo Schiaffino. Se trató de un evento de caridad a beneficio del Círculo de Santa Cecilia. Allí se sentaron las bases de la conformación del Museo Nacional de Bellas Artes, inaugurado por Schiaffino dos años después.
A fines de 1920, el Palacio Hume fue vendido a los hermanos Alberto, María Faustina y María Candelaria Duhau, motivo por el cual también es conocido como Palacio Duhau, (no confundir con el Palacio Duhau que perteneció a Luis Duhau). Estos le encargaron al prestigioso francés León Dourge la remodelación de la residencia para que se adapte a sus gustos. No alteraron el exterior del edificio pero agregaron un nuevo pabellón, y el paisajista Carlos Thays rediseñó los jardines.
Luego, vivió en esta mansión Susana Duhau, casada con John Walter Maguire que hizo el cambio de nombre de Palacio Hume a Residencia Maguire. Su hija, también llamada Susana, en la actualidad continúa viviendo allí, aunque no de forma permanente. Por ello, a pesar de que la residencia parece abandonada por fuera, está custodiada por un grupo de caseros y varias cámaras de seguridad.
El mantenimiento exterior es limitado, hacia el frente de la avenida Alvear y la calle Rodríguez Peña, la fachada se encuentra muy percudida y las plantas crecen con algo de caos; sin embargo, hay una fachada trasera, que no se puede ver desde la calle, pero que se encuentra en mejor estado.
En 2002, el Gobierno la nombró monumento histórico nacional, sin embargo la Comisión Nacional de Monumentos nunca pudo tener contacto con la propietaria, ni acceso al parque y menos aún, al interior de la vivienda.
Sin dudas la Residencia Maguire es un valioso testimonio de los avatares de la avenida Alvear, de la arquitectura de la ciudad y de los gustos de la alta sociedad argentina. A su vez el interior aún cerrado a la comunidad, genera intriga. Quedamos a la espera de que algún día se abra al público.
Txt: Lola S.