Con sede en Montevideo 919, en el barrio de Recoleta, fue Inaugurado en el año 2000, y su misión es educar y difundir la historia del Holocausto-Shoá y sus repercusiones en la Argentina, mediante la divulgación de testimonios de sobrevivientes, y la exposición de un amplio archivo de documentos y objetos personales donados por aquellos que sufrieron la persecución e inmigraron desde Europa.
Las gestiones para la creación del museo comenzaron a mediados de la década de 1990, cuando la Fundación Memoria del Holocausto comenzó la recolección de relatos, testimonios, documentos y objetos personales de los sobrevivientes del Holocausto en la Argentina. En 1995, la Fundación recibió de parte del Estado Argentino el edificio de Montevideo 919 para la construcción de un museo, el cual se inauguró el 25 de septiembre del 2000, con una muestra dedicada a Ana Frank. En 2017, se decidió remodelar todo el edificio y desarrollar una nueva exhibición permanente. Tras su reinauguración en 2019, fue declarado “Sitio de Interés Cultural” por el Congreso Nacional y por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
El edificio donde se establece, había sido construido originariamente para la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad por el arquitecto italiano Juan Chiogna, contratado por la CIAE para proyectar todas sus dependencias. Conocido por utilizar y difundir un muy particular estilo neorrenacentista florentino, trayendo reminiscencias de la arquitectura del norte de Italia, lugar de origen del autor y de la empresa.
Para cuando la sub-usina fue cedida a la Fundación, se encontraba muy deteriorada y fuera de funcionamiento. Los arquitectos Dujovne-Hirsch y Grinberg-Dwek-Sartorio-Iglesias realizaron la restauración de las fachadas exteriores, y remodelaron totalmente los interiores. El viejo edificio posee una circulación principal adoquinada que atraviesa el terreno por el medio y lleva a un patio interior, que separa un edificio sobre el fondo del terreno, que se conecta con una estructura de hierro vidriada que permite ver el patio y sus árboles y recibir luz, pero no acceder a él.
La remodelación total del edificio que inició en 2017 y terminó en 2019, se hizo a partir de fondos conseguidos por la conducción del museo, y dio como resultado un museo está a la altura de los más modernos del mundo pues cuenta con herramientas pedagógicas y tecnológicas de última generación.
Son tres pisos luminosos consagrados a la historia más lúgubre de la humanidad, en una muestra que no tiene antecedentes en la Argentina. Fue ideada por un equipo interdisciplinario conformado por sobrevivientes, historiadores, museólogos, educadores, arquitectos, técnicos multimediales y diseñadores gráficos, que junto a un importante equipo de voluntarios, desarrollaron el despliegue de la exhibición la cual es totalmente interactiva, con magníficas imágenes y análisis detallados de lo que fue pasando con la comunidad judía desde antes del surgimiento del nazismo hasta la masacre.
La primera imagen impacta: al ingresar al edificio, el visitante avanza por un camino de adoquines que desemboca en una puerta de vidrio en la que una foto ploteada produce la sensación de ingresar al campo de concentración de Auschwitz.
Luego se pueden apreciar diferentes secciones:
“Recordando a…” es un espacio que busca homenajear a los sobrevivientes que fallecieron, a través de las palabras de sus hijos, nietos y jóvenes del Proyecto Aprendiz que los acompañaron.
“El odio no desapareció” es un sector que ocupa casi un piso entero, dedicado al siniestro jerarca Adolf Eichmann. Era uno de los jefes de la burocracia asesina del nazismo: él manejaba los traslados, los campos de concentración, y las cámaras de gas. La justicia lo buscó después de 1945, pero Eichman, con el nombre de Ricardo Klement, se escondió en la Argentina. Estuvo en Tucumán y luego en San Fernando, Provincia de Buenos Aires, donde trabajaba en la fábrica Mercedes Benz. De allí se lo llevó un comando israelí en 1960, y en Israel fue juzgado y ahorcado. Se exhiben el salvoconducto de la Cruz Roja a nombre de Ricardo Klemment, fotos y planos referidos a su captura, entre otros.
En otra de las salas se proyectan en las paredes seis millones de nombres que expresan la magnitud del holocausto.
Otro espacio fue pensado para la introspección de los visitantes, donde una tumba simboliza las millones de víctimas del nazismo. El único objeto exhibido allí es una máquina de escribir con letras en yiddish semidestruida, hallada entre los escombros de la AMIA, la mutual judía argentina que sufrió un atentado en 1994, con un saldo de 85 muertos y 300 heridos. El director del museo comentó que la incorporaron para demostrar que la violencia, el odio, no desapareció en Auschwitz.
Cuenta con un patrimonio de más de 5.500 objetos originales, y está curado de una manera que exhibe cosas sumamente interesantes. Por ejemplo, la conferencia de Wannsee en la que se decidió la llamada solución final, es decir el programa de aniquilación; los criminales nazis que llegaron al país; los juicios de Nürenberg; la resistencia armada contra Hitler y las tapas de los diarios de Buenos Aires durante los años de la masacre.
Uno de los puntos culminantes de la muestra es un programa casi único en el mundo de inteligencia artificial, mediante el cual se puede mantener un diálogo y realizar las preguntas que quieras a una sobreviviente. Las contestaciones provienen del programa pero son expresadas por ella digitalmente.
Además de la exhibición permanente en subsuelos y planta baja, cuenta con cuatro pisos de oficinas, aulas y una sala de exhibiciones temporarias.
Este museo es sin dudas un imperdible de visitar. Es un espacio vivencial muy importante para mantener la memoria y contar la historia en boca de las víctimas.
Se ofrecen visitas guiadas, cursos y actividades educativas. La entrada es gratis pero requiere inscripción previa.
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Txt: Lola. S