Servicio personalizado de su staff. Las 210 habitaciones y suites, sus 12 espléndidos salones de fiesta, salas para reuniones de negocios y los mejores restaurantes de Buenos Aires. Asimismo, la prensa especializada y las encuestas a viajeros de lujo, lo han ubicado entre los 20 mejores hoteles del mundo, reafirmándolo como el hotel más premiado de Latinoamérica.La esencia del Alvear Palace Hotel, su historia, elegancia y la cordialidad de su comprometido y staff hacen que quienes lo visitan lo recuerden como una experiencia única.
Los orígenes. El afán de diversión, el rasgo más singular de la Belle Epoque, genero una nueva arquitectura. Los argentinos ricos en 1900 le demandaban novedades al mercado hotelero local, de acuerdo a lo que veían en sus interminables viajes por el mundo. Inspirado en los Ritz de París y Londres, el Alvear conserva de ellos su forma alargada, con salones en punta y agrega un Roof Garden para fiestas y banquetes.
El Alvear es el último hotel que se sueña a si mismo como un barco navegando en el eterno océano del lujo.Hace más de un siglo, el género arquitectónico estaba regido por los códigos victorianos. Se trataba de edificios inspirados en barracas militares: tres o cuatro pisos, cuartos sin mayor confort, uno o dos baños por planta y nada de agua corriente.La comando Cesar Ritz, un suizo que hizo carrera como empleado de hoteles en distintos países de Europa. Allí aprendió todos los secretos de lo que pretendía la clientela, luego de pasar varios años cortejando a la nobleza consiguió los finalistas que en 1895 aportaran los fondos para que Ritz se largara a la construcción de su propio hotel, que se inauguraría tres años después y sería el modelo a seguir durante muchas décadas.La búsqueda apunto a reflotar: el savoir vivre característico del siglo XVIII francés. Trasladaron ese espíritu al diseño y a la arquitectura, a los espacios y a las formas. La inauguración devino en boom. El imprevisto promotor fue el futuro rey Eduardo VII, hijo de la reina Victoria, fascinado por con el Moulin Rouge. Tanto que a instancias de; que inversores ingleses financiaran la construcción de el Ritz de Londres.
La historia oficial cuenta que tardó casi 10 años en construirse: desde 1923 hasta 1932. Pero ese retraso originalmente se habían proyectado dos años de trabajo no hizo más que aumentar la ansiedad de la pujante clase alta porteña, que por ese entonces ya reclamaba un lugar de reunión acorde con su status social.
El Alvear Palace Hotel es un hotel de lujo ubicado en la ciudad de Buenos Aires, propiedad del Grupo Sutton Dabbah y Mario Falak. Se encuentra en la intersección de la calle Ayacucho y la Avenida Alvear, en el selecto barrio de la Recoleta.
El hotel fue inaugurado en 1932, luego de casi diez años de diseño y construcción y es desde 2003 Patrimonio Arquitectónico e Histórico de la Ciudad de Buenos Aires.
El señor Rafael De Miero estaba casado con Enriqeta Monsegur, perteneciente a una de las familias ilustres de la epoca y trajo a la Argentina de comienzos de la década de 1920 diversos documentos que había recogido en sus viajes a París, con el propósito de construir un hotel en Buenos Aires. Para ellos compró un terreno en la esquina de Avenida Alvear y Ayacucho, donde existía una lujosa residencia familiar de clase alta que fue demolida. De Miero se divorcio en esa epoca de Enriqueta Monsegur, cuya fortuna utilizo en el proyecto del Hotel, dejandola practicamente en la miseria.
Las obras comenzaron hacia 1922 pero fueron interrumpidas en numerosas oportunidades y el proyecto original fue modificado. En la década de 1940, el hotel fue ampliado sobre el terreno vecino sobre Avenida Alvear, ocupando el lugar de otra mansión aristocrática. En 1970 pasó a manos del Barón Andrés von Wernitz Salm-Kyrburg, entrando en una etapa de decadencia que lo llevó al borde del cierre. Efectivamente esta decadencia, fue causada por una administración judicial solicitada por el Sindicato Gastronómico. Esta administración judicial, que duró de 1974 a 1976, llevó a la empresa a la ruina. Cuando el barón Andrés von Wernitz Salm-Kyrburg recupera la propiedad del hotel, la situación era insostenible. El 13 de agosto de 1978 presenta concurso de acreedores y el mismo año vende el Alvear Palace Hotel al grupo hotelero Aragon Valera.1 Desde 1984, el Alvear Palace es propiedad del Grupo Alvear (David Sutton y familia), que inició en 2009 un plan de crecimiento con la construcción de dos nuevos hoteles: el Alvear Art (cerca de Plaza San Martín) y el Alvear Hotel & Residences (en Puerto Madero).
En 2011, anunció la construcción de la Alvear Tower, el edificio más alto de Buenos Aires con 235 metros.
Durante décadas compitió en primacía entre los grandes hoteles porteños solo con el Hotel Plaza (Buenos Aires).
Desde 1995 hasta 2015 se celebró los Personajes del Año de la Revista Gente.
De Miero contrató para diseñar el hotel a los arquitectos Valentín Brodsky y Estanislao Pirovano y a los ingenieros Escudero y Ortúzar. Los arquitectos Medhurst Thomas y G.E. Harris terminaron el edificio y se encargaron de la decoración interior.
El edificio fue construido sobre la Avenida Alvear, en su cruce con la calle Ayacucho, donde el terreno sufre el declive de la barranca del Río de la Plata hacia la calle Posadas. Posee 5 subsuelos, planta baja y 11 pisos altos. Al momento de su inauguración, solo estaba terminado hasta el 4º piso incluido.
En la planta baja fueron ubicados los salones y comedores, a los costados de una gran galería central de 85 metros de largo, inspirada en los transatlánticos. Fueron diseñados en los estilos intermedios entre el Luis XIV y Luis XVI, con reproducciones de elementos del arte decorativo francés. Los corredores de los pisos superiores fueron adornados con pilastras curvas en laqué rojo, contrastante con el tono gris de las paredes y las alfombras coloridas.
En el entresuelo se ubicaron las oficinas administrativas del hotel, en el 1º subsuelo las cocinas, y en el 3º subsuelo, las salas de máquinas. En el 10º piso se inauguró posteriormente un restaurante con terraza, llamado Roof Garden, luego demolido para construir más habitaciones en el año 2003. También se abrieron un Grill y un American Bar, concepto tomado de los cruceros, con tres comedores de estilo inglés, normando y moderno.
Se inauguró en 1932; por él desfilaron los huéspedes más ilustres
Suele ser el elegido para acontecimientos especiales como casamientos, cumpleaños y aniversarios. Pero mañana, él mismo será el anfitrión y el agasajado. Es que el Alvear Palace Hotel celebrará sus 75 años de vida. Serán, según reza el protocolo nupcial, sus bodas de brillantes.
La historia oficial cuenta que tardó casi 10 años en construirse: desde 1923 hasta 1932. Pero ese retraso “originalmente se habían proyectado dos años de trabajo” no hizo más que aumentar la ansiedad de la pujante clase alta porteña, que por ese entonces ya reclamaba un lugar de reunión acorde con su status social.
“La geografía del terreno era muy irregular. El declive de la calle Ayacucho dificultó mucho las tareas de construcción, por eso la obra demandó tantos años”, exlicaron algunos memoriosos sobre los orígenes del hotel, que se convirtió, a lo largo de su historia, en el símbolo del lujo y la sofisticación de Buenos Aires.
Tanta espera, por fin llegó a su fin. Las trompetas sonaron, solemnes, un día de septiembre de 1932. El personal, formado en las mejores escuelas de Ginebra y Lausana, engalanado con su mejor uniforme, por fin recibía a los primeros visitantes ilustres del palacio. El vermú para los señores y el té de las cinco para las señoras ya empezaban a ser una clásica salida porteña.
Anecdotas
Por sus largos pasillos cubiertos con carpeta persa, desfilaron desde jeques árabes y príncipes europeos hasta estrellas de Hollywood y cantantes de rock. Y también pisaron la alfombra roja huéspedes no humanos, como un elefante domesticado, que caminó hasta el Salón Versailles, en la planta baja, para aportar un toque exótico en una la fiesta de 15.
Pero el anecdotario de un hotel como el Alvear Palace es extenso. Y las historias relacionadas con los pedidos “especiales” de los huéspedes son un capítulo aparte. Es que, según cuenta el personal, quien viene a este hotel dice lo que quiere, sin preguntar cuánto cuesta. Y lo tiene. La palabra “no” está fuera del diccionario que manejan en este hotel palaciego.
De imposibles que luego fueron posibles, sobran los ejemplos: “Hace 20 años el emir de Kuwait nos pidió leche de cabra, un producto que en ese entonces no era nada común. Como pudimos, contactamos un productor en Santiago del Estero, y se la trajimos por avión. Y otro cliente pidió unas cervezas belgas que acá no se conseguían. Finalmente, encontramos una pequeña partida en Chile y también se las trajimos”, relata Alfredo Rodríguez, gerente de compras del hotel.
Este hombre tiene a su cargo la responsabilidad de adquirir desde las flores y frutas que adornan las habitaciones hasta el mobiliario y los equipos más sofisticados. “Las frutas, verduras y todo lo que se consume se prueban antes de ser aceptadas. Esto es algo muy poco frecuente”, cuenta Rodríguez, que enumera algo de lo que se consume en el hotel por mes: 3000 a 4000 kilos de lomo; 1000 kilos de frutillas y 800 de manzanas. Además, dice, se gasta más en flores que en electricidad.
También hay productos que se importan especialmente para el hotel: los amenities Hermès que hay en las habitaciones; las sábanas de algodón egipcio, los edredones de pluma de Dinamarca, las flores de Ecuador y la harina de almendras que se trae desde Francia para preparar un plato típico de ese país son sólo algunas de las 100 operaciones de comercio internacional que cierran al año.
Los pedidos especiales de los huéspedes no se limitan a las cuestiones culinarias. Varios solicitan tener en sus habitaciones animales para hacer más placentera su estada. “Al emperador de Japón Akihito, fanático de la fauna marina, le instalamos en la suite una pecera realmente enorme, con peces de las especies más exóticas”, recordó Alejandro Noya, que lidera la única gerencia de conserjería que existe en toda América.
Pero muchas veces no esperan que el huésped haga un pedido, sino que se adelantan a él. Como Hugo De Vicenzo, un conserje que no dudó en caminar 40 cuadras para buscar un botón igual al que se había salido del saco de un turista. Claro que el visitante nunca se enteró de su pequeña hazaña. Hugo, igual, estaba contento con el deber cumplido.
Debacle y renacimiento
Pero el hotel más reconocido de la Argentina también atravesó épocas menos esplendorosas. Fue entre 1978 y 1984, cuando a raíz de una mala administración del dueño de ese entonces, que se hacía llamar el barón Von Wermitz, el hotel quebró y tuvieron que venderse las habitaciones para solventar la quiebra. El lujoso palacio se convertiría en una propiedad horizontal.
Si bien nunca dejó de funcionar como hotel, la mayoría de las 210 habitaciones estaban en manos de privados. Parecía el ocaso del Alvear, hasta que un grupo empresario argentino, liderado por David Sutton, le devolvió su esplendor. De a poco, con paciencia, fue comprando habitación por habitación. Entre 5 y 10 cuartos todavía pertenecen a particulares.
Los nuevos dueños remodelaron el hotel conservando el estilo palaciego y le sumaron nuevos servicios y personal altamente capacitado: hoy hay 600 empleados, lo que hace un promedio de casi tres trabajadores por suite. “En general, el resto de los hoteles 5 estrellas no llegan a dos empleados por habitación. Por eso nos diferenciamos en servicio”, asegura Rodríguez, que con 28 años en el hotel fue uno de los primeros en incorporarse pasada la “época oscura”.